jueves, 21 de julio de 2011

Mirá Vé!

Hace poco leí un artículo publicado en la Revista Soho, escrito por Andrea Díaz, titulado “Contra las Caleñas”; una nota corta, desde mi punto de vista carente de profundidad, pero cargado de emociones negativas contra nosotras.  No conozco a Andrea, en el artículo ella se define como una rola engreída, orgullosa de haber nacido en la capital del país y feliz de no ser una caleña comparable con el champús.
Si tuviera a Andrea enfrente le hablaría de cultura, no de la cultura del manual de Carreño, sino del conjunto de manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo (y por favor entiende pueblo como un grupo de personas que habitan un territorio);  a partir de ahí, podrías entendernos, pues desde niñas hemos escuchado que “las caleñas son como las flores” y que “Cali es la sucursal del cielo”, verdades en las que creemos totalmente.
También le diría a Andrea que no conoce suficientes caleñas (no voy a entrar a detallar caleñas célebres, famosas o destacadas, pues sería interminable esta publicación) para generalizar a partir de aquella que le cayó tan gorda, y finalmente termino escribiendo con muchas vísceras y poca objetividad, describiendo a una mujer mañé, de las que hay muchas no sólo en Cali, ni en Colombia, sino en todo el mundo.
Aunque en su artículo hay muchos detalles que son verdad y otros que definitivamente no,  tienen que ver con el hecho de haber crecido en este hermoso valle, con nuestros 25° promedio de temperatura, bañándonos en el río Pance y disfrutando la brisa de las tardes caleñas, es decir nuestra cultura:
- Nuestra nostalgia gastronómica no se soluciona con un vuelo de 30 minutos, tiene su origen precisamente en los recuerdos de las dichas pérdidas de nuestro paladar, por eso es inevitable.
- Tenemos el “tumbao”, hasta en el “caminao”.
- Somos guapas para el frío, pero muchas aprovechamos los aguaceros caleños para lucir nuestros mejores abrigos.
- No a todas nos gustan los brasieres de encaje.
- Cali pachanguero es como un himno nacional, no hay nada que hacer!
- Es poco elegante comparase con un champús, pero “china, sumercé” personalmente he conocido mujeres más rolas que una mogolla, que a propósito es tan oscura como la lenteja.
- Montamos bijicleta desde niñas y obvio comemos pam.
- Ni es correcto, ni suena bonito ponerle una S a todos los verbos, nosotras mismas nos reímos de ello.
- Sí, no nos luce el frío, en cambio a ustedes el calor las convierte en un divino postre de fresas con crema.
Para terminar quiero decir que no estoy ni atacando tu artículo, ni a las rolas; sólo estoy haciendo mi propia reflexión, y quiero invitar a Andrea a dejar el remilgo enredado en la bufanda y guardado en su más elegante chaqueta,  a ponerse unos jeans que resalte sus atributos y a vivir dispuesta a comerse el mundo, a pesar de que existan caleñas comparables con el champús, a que se ame profundamente  con o sin culo, tetas y piel bronceada, porque a ese ritmo serán varios los artículos que escribas contra tu género y tus publicaciones podrían titularse “Contra las Paisas”, “Contra las Pastusas”, “Contra las Costeñas”… No Andrea, así no!
De corazón, te entiendo a partir de mi reflexión, y te invito para que un día vengas a Cali, para que sientas latir tu corazón con el ritmo frenético de nuestra salsa, y luego sientas la nostalgia cuando nos recuerdes.
Te lo dice una caleña, que nació en Bogotá.