sábado, 20 de septiembre de 2014

Love Story

De la Serie Confesiones y Reflexiones de una Cuarentona Vol. I




Si hoy en día soy una total convencida del poder del amor... a mis 20 años esa creencia era aún mayor y además estaba rodeada de la magia que me hacia ver príncipes azules y corazones flotando en una atmósfera rosada...

A esa edad no me importaba combinar la ilusión con la exageración, que siempre estuvo acompañada del ridículo.  Esta historia es casi una confesión, de amor eso sí, una historia de hace 20 años.. tiempo en el cual el celular era algo así como un lujo y el correo electrónico a penas estaba empezando a popularizarse, una historia que cuento algo sonrojada, pero con risa, mientras evoco los recuerdos en el horizonte que diviso desde la ventana trasera de este cuarto piso:

Eran mis primeras experiencias laborales, estaba empezando a conocer gente en un entorno y cultura empresarial además de nuevo, fascinante para mis ganas de aprender sobre todo lo que se atravesaba en mi vida.

Era más amable que nunca, estaba loca por ser amiga de mis compañeros, me sentía abrumada e ignorada entre tanto desconocido.  En mi lugar de trabajo, solo tenia a escasos metros a mi jefe, estaba lejos de cualquier otra persona u oficina, estaba en medio de un pasillo que conectaba dos partes de una fábrica, por eso salir a buscar otras dependencias, resultaba casi una aventura, en la que hasta me perdía en aquella arquitectura parecida  a un laberinto.

Caminando desprevenidamente al voltear de mi oficina, vi a alguien vestido de blanco, un tapabocas y un gorro en su cabeza, mientras salía de una zona de fabricación, se iba quitando poco a poco todos esos elementos que le tapaban la cara.. lo que me permitió experimentar algo así como una catalepsia... esa sensación de éxtasis en mi sistema nervioso y la perdida de la capacidad de moverme coordinadamente, todo por esos ojos, profundos y penetrantes, seguros y acompañados de una sonrisa tímida.. tierna, sin pretensiones y llena de amabilidad, una sonrisa que no pude corresponder a causa de la catalepsia.. mientras lo veía alejarse, entre suspiros pensaba con certeza e inocencia "el amor a primera vista ... existe!"

De ahí en adelante mi rutina diaria incluía un paseo por la planta, las oficinas, los pasillos... cualquier lugar era bueno para volver a verlo, no sabía quien era, no tenía amigos a quien preguntar, porque no sabía ni su nombre, sólo sabía que era el hombre de mi vida, era como salido de mis sueños: alto, atlético,  con el aire misterioso que seduce, su boca perfectamente delineada que con solo existir provoca un beso, sus gestos con esa amabilidad indiferente y natural me llenaron de intriga y obsesión.

Cada nuevo día era algo así como la aventura de volver a verlo, por eso me miraba largamente en el espejo, ensayando una mirada matadora o un saludo fulminante, para no pasar desapercibida ante sus ojos... sus hermosos ojos.

No habría pasado ni una semana cuando volví a verlo, precisamente hablando con mi jefe, quien en su afán de que por fin socializara con el resto de empleados, se apresuró a presentarme, sorprendida respire hondo para combatir la catalepsia, atendí con emoción su gesto de estrechar mi mano y escuche con un fondo musical su frase "mucho gusto, David"

David, David, David... ! Ya podía suspirar pronunciando un nombre! le pregunte a mi jefe quien era, que hacía y el sólo me respondió con una sonrisa... "hágase amiga de él, le conviene para que forme parte del club de bolos, y por fin se integre y conozca más gente y tenga nuevos amigos"

Repentinamente los bolos despertaron todo mi interés, hasta ese día solo había visto practicar esta actividad a Pedro Picapiedra, era algo de lo que no sabía absolutamente nada.. pero más intrépida y ridícula que siempre no me importaba improvisar con tal de ver a David!

Los sábados por la tarde se reunía el grupo en el bolerama, un poco tarde, con un atuendo y caminado casual llegué con gesto de "pasaba por aquí", rápidamente me integre ante tanta amabilidad, no me concentraba entre tantos saludos y muchos gustos que escuchaba, porque mis ojos inquietos buscaban con desesperación los suyos, cuando por fin su mirada y la mía se cruzaron, sentí y entendí lo que significa el frenesí, lo sentí en mi corazón.. oh que pureza!

Esa tarde di cuenta de mi poca habilidad en este juego, al principio los equipos muy amables me invitaban  a ser parte de ellos, pasadas unas horas nadie me quería en sus filas, siendo ese día la clausura del torneo me gane el premio a la peor jugadora... pero qué me iba a importar mi objetivo estaba cumplido... ver a David! Esa era yo, cumpliendo mi sueño!

Los días siguientes fueron como una densa nube que llevaba el viento, caminaba sin rumbo y sin suerte por cada pasillo y recoveco de la empresa, la esperanza de mi gran amor parecía alejarse sin remedio.. pero como siempre es la última que se pierde, me sorprendió una llamada con la voz de David.. que voz! tan hermosa como sus ojos.  Aprovechamos (juro yo) para saludarnos, me preguntó irónicamente si había mejorado en los bolos (y solo pensaba... estuvo pendiente de mi!) y entre ese cruce de palabras y risas, me sentí correspondida!

Nos vimos un par de veces, a la hora del almuerzo, conversaciones de paso, nada profundas, saludos cordiales.. etc. Hasta cuando?  Se me ocurrió entonces mi obra máxima My LOve Story.

Esta empresa dado su tamaño, había ubicado estratégicamente en el centro de la misma, un mueble de madera, dividido en 32 cajones, era el "outlook" de la época, cada cajón tenia una puerta con llave y una ranura por la cual podías meter todo tipo de documentos, facturas, cartas, etc, lo que necesitabas enviar a otro departamento, cada día todos íbamos al buzón a revisar que cosas nuevas habían llegado.  Que gran invento! No solo era un buzón, era la forma como iba a acercar la ilusión a mi realidad.  

Con este pensamiento decidí convertirme en la admiradora secreta de David, que delicia pronunciar ese nombre que me estremecía! y así empecé cada viernes a las 5 pm cuando todos salían corriendo como niños al recreo, yo me escurría hacia el buzón en un gesto casi delincuente a dejar caer una carta en la casilla No. 24, era el numero del amor (decía yo).

Durante tres meses escribí una carta cada viernes, al final de una semana llena de ilusiones, a veces lo hacía en el computador, otras veces con la mano izquierda (para que no me descubrieran) y otras recortando letras de alguna revista.. en todas le confesaba mi amor y lo mucho que me gustaba!  Mi imaginación volaba pensando que así como yo me apresuraba y soñaba con el viernes (para escribir la carta), el se apresuraba y soñaba con el lunes (para leer la carta).  Todo era como de cuento... pero estaba lejos de imaginar lo que vendría después.....

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