martes, 26 de julio de 2016

Al que le van a dar... le guardan!

En el ocaso de mi vida podría decir que estaba tranquila, una tranquilidad que me reconfortaba y la asimilaba como felicidad, sumergida en una rutina que me tenía envuelta y ocupada, estaba viendo pasar mis días, los últimos digo yo, de no sé cuantos que me quedan.
La vida me ha dado todo, tristezas, alegrías, historias para contarle a mis nietos, oportunidades, en fin… todo menos explicaciones y es ahí donde pasamos horas atando cabos, buscando respuestas, encontrando lecciones en momentos duros y muchas veces preguntando por qué y para qué, el tiempo es una paradoja, no sé si será consciente de lo que hace a su paso en nuestras vidas, en nuestra piel, en el sentido de la esperanza….
Me casé muy joven, enamorada muy enamorada, pero no del que fuera mi esposo, enamorada de un amor imposible, fuera de mi alcance, era una niña a la cual el vestido del amor, le quedaba grande, no lo comprendía ni dimensionaba, estaba vigilado por la autoridad de mis padres que calificaban a ese hombre “mi amor” como alguien inconveniente y como el encargado de desdichar mi vida entera, lo veía todos los días, trabajaba conmigo, era amable y coqueto, tenía 8 años más que yo, lo que en ese momento marcaba una gran diferencia sobre todo en el recorrido y la experiencia; ese era mi primer trabajo, yo era la nueva, la niña “monita” que le gustaba a todo el mundo.  Su amabilidad me erizaba, me llevaba a recorrer autopistas de sensaciones que no conocía, su amabilidad con el resto del género, también me llevo a conocer sensaciones que me asustaban y enfurecían, era inexperta hasta para disimular se notaba en no sé qué los celos que me despertaba, la emoción que me daba verlo, en fin… estaba en un parque de diversiones con boletos para todas las maquinas que revolvían las mariposas en mi estómago y las cucarachas en mi cabeza.
No había nada pero teníamos algo, aunque el rumor general apuntaba a un romance de antaño con otra chica, tal vez de su edad, tal vez de mucho tiempo… era un fantasma en mi fantasía. 
Mi amor, mi dulce amor, un accidente se encargó de separarnos en sentido literal y figurado, cuando fui a la clínica a verlo, vi salir de su cuarto a esa chica, mi fantasma…. Salí corriendo, lloré como desconsolada, sin poder explicar nada, porque no había visto o escuchado algo que le diera sentido a mi tristeza, mi madre sin preguntar mucho, sabía lo que pasaba y se encargó de llevarme a una cita con mi destino, me llevó donde una bruja que a través de las cartas vaticinó que no debía llorar por un amor que no era… luego afirmo, “el tuyo está a la vuelta de tu casa”.  Días después a la casa de al lado desocupada por varios meses llegaron los nuevos vecinos .. un nuevo amor.
Le di tanto crédito a la adivina, que al mes ya estaba casada…
Mi amor, acababa de salir de la clínica y de sus terapias de recuperación, se sorprendió al saberlo, no me reclamo, yo estaba infranqueable con mi actitud de señora respetable, que no dio nunca lugar a preguntas o explicaciones.
Mi matrimonio siguió hasta hoy, tuvimos dos hijos y 5 nietos,  respiro con la tranquilidad del deber cumplido en cuanto a ellos, quienes ya tienen sus hogares establecidos, eso me enorgullece, seguramente les di un buen ejemplo...  
Los años me enseñaron que la adivina no adivinó, aunque fui feliz en mi matrimonio, en la alegría de los hijos y los sueños que se construyen en el calor del hogar, siempre me faltó algo, con el tiempo le perdí la admiración a mi esposo, encontré una pila de defectos con las cuales podía describirlo, nuestra comunicación estaba en contravía, sus fracasos empresariales me llevaron a tomar las riendas económicas del hogar, pues había prometido “que en la salud, en la enfermedad, en la riqueza, la pobreza….hasta que la muerte nos separe”, era algo así como una condena, en la que él se acomodó patrocinado por su crisis nerviosa y su estrés, lo apoyé sin renegar, hoy en día estando en mi edad de júbilo y pensionada sigo trabajando, aunque el dinero no me sobra, no es esa la imperiosa necesidad de trabajar, es el deseo de salir y no pasar el día entero a su lado escuchando sus historias de la gloria perdida, de lo que pudo haber sido y no fue, muchas veces quise separarme, pensar en mis hijos me daba razones suficientes para quedarme a su lado, digamos que me sacrifiqué por ellos y decidí ser feliz con lo que la vida me dio y la tranquilidad que les cuento al inicio de esta historia.
 Hace un par de semanas recibí una invitación al Facebook, del amor, de mi amor, el de mi juventud, el de siempre, el que se quedó en un lugar eterno de mi corazón, secreto, clandestino, platónico, del que nunca hablé, del que la adivina descartó…
Me temblaban las manos de la emoción, la vida ha sido generosa con él, es un profesional exitoso y próspero que se dedicó a las leyes con pasión y hoy le dan estabilidad en todo sentido.   Hemos salido, a comer, a caminar, a cine… cosas que no hago con mi esposo hace años… me aclaré el cabello buscando ser la “monita” de aquellos tiempos, él me dice que todavía estoy bella, me regala rosas y chocolates, me abre la puerta del carro, camina a mi paso y no me apresura… 
Yo…me pinto los labios, uso perfume original, me compré una faja y un brasier de realce…
Me levanto feliz, acompañada por una sinfonía de pajaritos que llenan mis mañanas de algo así como una melodía de amor, chateo hasta altas horas de la madrugada, reviso mi correo con la emoción de encontrar un mensaje suyo, digo mentiras para poder verlo,  y mi esposo parece que no se da cuenta…
Ahora siento que inventé una felicidad para poder seguir, pero la felicidad me persiguió y en el ocaso de mi vida me alcanzó…
La propuesta: “hagámonos compañía ahora que estamos viejos, saca tu visa y vámonos de vacaciones a Miami", nunca he ido a Miami…
Ahora ya no tengo el pretexto de mis hijos, ya son grandes…
Qué quiero? Despertarme feliz el resto de mis días.  No se que siga, no sé que haga, sé que voy a vivir con tal intensidad, esta oportunidad que sin explicaciones la vida me dio y el tiempo me devolvió.

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